LOS PENSAMIENTOS SON RÍOS QUE NO SE CRUZAN

El sobre había llegado ese martes por la mañana mientras Laura se duchaba fantaseando con un presente mejor. Todas las noches cargaba con trabajo extra de la oficina y casi no dormía exigiéndose de más para poder terminar todo a tiempo. No es que su jefe fuese un explotador, el hombre había estado pensando esa misma semana en darle un aumento por tantas horas extras, pero esas ideas se vendrían abajo luego de que Laura robase el banco.
La carta con el aviso de desalojo que recibió esa mañana no era tan terrible como ella creía. Laura se imaginaba cemento, suciedad, frío, falta de privacidad. Lo cierto es que no se quedaría en la calle si no pagaba la hipoteca esa semana, le darían una financiación para que pueda mantener su departamento. El gerente del banco conocía su situación personal e iba a proponerle saldar la deuda en cuotas. Laura no tenía idea de todo aquello y estaba desesperada. Luego de ir al prestamista y que no le otorgase el dinero, su cabeza comenzó a proyectarse en sitios horribles sin escapatoria, sin hogar, sin ojos que la mirasen. Fue allí cuando se le cruzó la idea del robo.
Fue al banco ese mismo martes, por cuestiones laborales. Tenía que guardar unos papeles en la caja fuerte, y fue cuando el hombre de la sucursal la estaba llevando hacía allí que vio las llaves colgando de su cintura y se excusó diciendo que tenía que pasar al baño primero. En el baño meditó todo un poco mejor; cómo distraerlo para sacarle las llaves y robar las cajas dejando todo como si nada hubiese pasado. Mientras tanto el hombre del banco la esperaba afuera del baño y pensaba en la pelea que había tenido esa mañana con su mujer. No fue difícil robárselas en esas condiciones, y mucho menos salir con cara distraída, llevando miles de pesos robados en su cartera.
Al día siguiente del robo, día en que su jefe pensaba darle el aumento de sueldo, Laura lo encontró llorando en el piso de la oficina. El hombre se sentía tan impotente, le habían sacado el dinero ahorrado de toda la vida. Sólo pensaba en la cantidad de veces que había ido a ese banco a depositar dinero, y ahora de un solo saque alguien lo había dejado sin nada. Laura se sorprendió al verlo llorar, pero estaba distraída con el aspecto físico de su jefe y no lo escuchó demasiado. Pensaba en que llevaba la corbata del día anterior y que siempre había sido muy cuidadoso con esos detalles.
Luego de un rato de estar con su jefe en la oficina, Laura se retiró diciendo que tenía un problema personal que solucionar y se dirigió al banco y pagó su hipoteca.  El jefe se quedó solo y se sintió mal por no poderle dar a Laura el aumento que se merecía.


Bárbara Hansen